En la Atlántida, existían lugares donde se renovaba la vitalidad, cuyos nombres eran Templos de Renovación. En estos lugares era habitual la aplicación de ciertas técnicas para que el organismo estuviera en perfectas condiciones y así se mantuviera y prolongara la calidad de la vida.
Siete poderosas energías colaboraban al unísono en la realización de la sesión terapéutica:

#1 El Reino Animal
#2 El Reino Vegetal
#3 El Reino Mineral
#4 El Reino Humano
#5 La energía de los Maestros o Reino Angélico
#6 El Sonido; la Música
#7 Las esencias.

En la época de la Atlántida, cuando el terapeuta se disponía a realizar una sesión, delfines y ballenas acudían a forman parte de la sanación. Las salas contaban con numerosas plantas y las estructuras cristalinas eran abundantes. Grandes generadores de Cuarzo rodeaban la camilla del paciente y impresionantes Drusas de Amatistas se situaban también en el lugar.
En cada sesión predominaba una fragancia, ya que el poder vibracional era (y es) de vital importancia para la efectividad de la terapia.

Se oían durante toda la terapia cantos de lo que hoy conocemos como Mantras y sonido cristalino parecido al emitido por los cuencos de cristal y otros semejantes a la flauta, ocarina y arpa.

Una vez que se iniciaba la terapia, tanto paciente como terapeuta quedaban unidos energéticamente: eran conscientes de que sus campos energéticos o auras formaban una unidad. Al unísono realizaban una petición de ayuda, agradecimiento y conexión con los planos superiores de Luz. Esta conexión, la mayoría de las veces era tan solo un anclaje hacia sus lugares de origen en otros puntos muy distantes de la galaxia: en esos tiempos, la mayoría de los atlantes conservaban la consciencia de su lugar de procedencia de su autentico ser: sabían y se reconocían como seres en misión habitando un cuerpo humano al servicio de la elevación frecuencial del planeta Tierra.

El paciente centraba a continuación su atención en los sonidos terapéuticos y permitia que sus centros vitales se expandiera, confiando por completo en la efectividad de la terapia y en la energía-amor del terapeuta.

Una vez finalizada la terapia, el paciente recibía uno o varios minerales con los que tend´ria que estar en contacto en sus actividades cotidianas hasta la próxima sesión o bien seguía las instrucciones que el terapeuta le indicaba.

Antes de abandonar la estancia donde había sido recibida la terapia, el paciente realizaba un movimiento energético u oración de agradecimiento hacia todas las energías que habían contribuido a la sesión.

Para finalizar, tanto paciente como terapeuta bebían un liquido u elixir que cumplía la función de sellar el tratamiento.

Durante la sesión el terapeuta permanecía en un estado de total concentración y conciencia del trabajo energético que estaba realizando: su nivel frecuencial era uno con el de su paciente.

Al realizar las manipulaciones sobre el cuerpo de su paciente utilizaba el poder del verbo: en voz alta, y en ocasiones mediante el  canto, pronunciaba decretos y palabras de poder cuyo sentido y cometido se podría igualar a lo que hoy conocemos como afirmaciones o decretos del Yo Soy.